martes, 1 de noviembre de 2016

Labrando esperanza, sembrando fe




Bajaron los ángeles
cayeron demonios
por las grietas de los cielos
los niños ciegos
de los inframundos
hicieron holocaustos
en los túneles de los subterráneos
los asesinos y los proxenetas
ofrecieron el perdón
a sus víctimas.
Algunos de los guardianes
de los umbrales
dejaron abiertas
las cancelas de los sueños.
El mundo se abocó
a uno de sus finales
y ni las mujeres ni las putas
podían hacer nada
por convocar
el regreso de la vida.
La sombra del horror
llovió sobre Dios.
Solo Mara caminaba.
Mara la no mujer.
Mara el no hombre.
Mara el Ser.
Mara el NoSer.
Cada paso que daba
se hendía en la esperanza.
Sabía que moría a cada lágrima.
Sabía que en el silencio
de las calles todo, todos
se despedían y la mayoría
sufría.
El ser humano decía adiós.
Convocó en los cuatro puntos
a las puertas de Hyperion
rogó con las uñas a Dios
y le llamó Padre, Madre, Origen.
En la noche 
los truenos
y la luz que asombra el mundo
con la profecía del dolor
parió el día artificial
y la noche murió
en el deseo de azul.
Los universos se debatían
contra sus propias persianas
de fe.
Mara caminó y caminó.
Sobre el asfalto, sobre la arena,
sobre el agua, sobre el alquitrán,
sobre el fuego, sobre las brasas,
sobre las cenizas que firmaban
un testamento finito.
Al llegar al lago de la Esfinge
su rostro no se reflejaba
en el agua.
A sabiendas de la ilusión
las ondas del Espíritu
la mecieron durante un tiempo
eterno.
El tiempo que tardó Dios
en llorarnos y llamarnos
con profundo amor.
Al despertar, Mara sintió
hambre y sal y gusto amargo.
Un niño sentado frente a ella
le entregó unas semillas.
Se cuenta que las semillas
eran de Loto y mientras
olvidaba dio en parto libre
el mundo que conocemos hoy.
Cada vez que cada uno 
cada una de nosotras
sueña el final
un ángel se levanta en algún lugar
del mundo
y de la mano de un demonio
recorre el mismo camino
que hizo Mara
hasta bañarse en el lago
de la Esfinge.
Así es como el mundo sigue
y volvemos a nacer
con un destino renovado.
Se dice que la nueva Mara
ya ha nacido y camina.
El día que la veas
sonríe pues siempre hay alguien
una Mara
que está dispuesta
a caminar para nada
a caminar para todo
a caminar a caminar
a caminar a caminar
labrando esperanza
sembrando fe.


(*) Foto de Gertrudis Losada.



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