jueves, 30 de julio de 2020

Conversaciones entre la maestra y la joven Mara VII



La primera vez que la joven Mara se aventuró a los caminos del mundo para llevar su palabra y el conocimiento adquirido gracias a toda la tradición de su estirpe, su maestra y su propia experiencia, regresó a la cabaña del lago muy desanimada.
Durante siete días y siete noches apenas habló, apenas comió. Fue al octavo día que se acercó a su maestra que recién había realizado su meditación matinal, al lado de las aguas aquietadas del lago.
- Maestra, creo que el ser humano no tiene salvación.
La maestra soltó una estruendosa carcajada que coronó la cima de la montaña y rebotó entre los árboles en forma de eco.
- ¿Por qué te importa tanto la salvación del ser humano?
- ¿Acaso no es eso para lo que me preparas aquí, maestra?
- Así que crees que eso es lo que hacemos aquí, interesante.
- Entonces, ¿para que me preparas, maestra?
- Para la vida y para la muerte.
- Pero yo creo en lo maravilloso del ser humano.
- Deberías creer también en lo miserable. Somos todo y vamos en el mismo pote.
Mara tiró una piedra al lago con rabia.
- Ansío un mundo sano, con paz y amor, maestra.
La maestra sonrió y le cogió la mano a su discípula.
- Paciencia, Mara, paciencia. Todavía debes aprender a ver más adentro del alma de las personas. Más allá incluso de su aura. Y para eso debes ver más profundo en ti misma.
- Una mujer se acercó a mí tras mi discurso en la plaza de su pueblo. Me preguntó cómo podía curar su tristeza. Le dije que abrazándola y me escupió a la falda. ¿Por qué tiene tanto resentimiento la gente, maestra?
- Hemos comido y bebido mucho veneno durante siglos y ahora supura en estas generaciones. Además, muy pocos son los humildes que se miran como son y se aceptan sin maquillaje.
- ¿Y no hay un camino, una opción?
- Siempre hay un camino. Eso debes tenerlo siempre presente. Quizás sea de las cosas más difíciles de discernir: el camino que nos ha sido dado. Pero cuando se encuentra y se acepta con todas las consecuencias, que quiere decir que te rindes a su mandato, todo está bien.
- No se puede estar siempre luchando, ¿verdad maestra?
- Es mejor caminar. Si te desorientas, te pierdes y algo se manifiesta a tu alrededor para mostrarte de nuevo el camino. De hecho, el verdadero camino está hecho de constantes desvíos. En los desvíos podemos hallar grandes enseñanzas.
- A veces también hay desvaríos, maestra.
- Sí -rió la maestra de nuevo. A veces hay desvaríos. Pero los desvaríos propios suelen ser mecanismos de defensa contra aquello que no sabemos cómo digerir, cómo procesar. Y también son nutritivos para el autoconocimiento, Mara. Conviene escucharlos con calma y con la perspectiva de la distancia. No con la perspectiva del dolor que puedan causar en el momento en que suceden. Ahí hay que atravesarlos lo mejor que se pueda y se sepa.
De pronto, una águila real planeó por encima de las cabezas de la joven Mara y su maestra. La joven Mara observó la majestuosidad del animal con deleite de niña.
- Qué maravilla, maestra, quién pudiera volar como ese águila.
- Los seres humanos sabemos volar, lo que ocurre es que casi nunca estamos dispuestos a hacernos cargo de nuestro propio poder y, sobre todo, de nuestra propia libertad.
- ¿Y eso cómo se hace?
- ¿Qué le dijiste a la mujer que se acercó a ti en aquella plaza?
- Que abrazara su tristeza.
- Abraza tu poder, Mara. Abraza tu poder y prosigue tu camino. Queda tanto por hacer. Queda tanto por celebrar…
- Ah, maestra, qué bueno estar en casa de nuevo.

Santa Coloma de Gramenet, jueves 30 de julio de 2020