martes, 26 de marzo de 2019

La joven Mara y el Puente Sagrado



Para atravesar el Puente Sagrado era necesario ayunar cuarenta días y velar cuarenta noches sin caer en las redes de las Musas Despiertas. Las Musas Despiertas son las que, pasadas las primeras noches, aparecen con el halo de nuestros antepasados y nos tientan a atravesar el umbral de la vigilia para que nuestros sentidos descansen. Sin embargo, Mara seguía con rigor las indicaciones de la maestra y aprovechaba los intervalos de tiempo muerto que se manifestaban en la gruta con oscuridades totales, confiando plenamente en el despertador interior que tanto había trabajado en su entrenamiento con meditaciones y cuencos de bronce a orillas del lago.
Llegado el cuadragésimo día, una grieta enorme se abrió al fondo de la gruta y un haz de luz cegó por un momento sus ojos. Poco a poco fue acomodando su visión al nuevo estado de las cosas. De pronto, la figura de una mujer madura, alta y espigada, con el cabello largo hasta el coxis y una cuerda sujetando lo que parecía una especie de túnica que la envolvía, caminaba con los pies descalzos hacia la joven Mara.
- ¿Quién eres? -preguntó Mara.
- ¿No me reconoces? Tócame.
Mara alargó la mano y la mujer ofreció su vientre liso posando sus manos en la mano derecha de Mara.
- ¿Y ahora? ¿Sabes ahora quién soy?
- ¿La guardiana del Puente Sagrado?
La mujer, conmovida por la inocencia de la joven, se inclinó sobre ella y dejó descansar su cara en el hombro de Mara. De repente, la mujer sopló en el cuello de Mara su aliento cálido y la muchacha escuchó la voz de su madre: ¡Mara! ¡Mara, ven aquí, deja de perseguir al gato!
- ¡Tú eres yo! -se sorprendió Mara apartándose de la mujer.
- Una posible tú, guardiana del Puente Sagrado, sí.
- ¿Y qué hago aquí?
- Elegir. No todo el mundo puede cruzar el Puente Sagrado.
- ¿Adónde conduce?
La mujer echó una carcajada, cogió de las manos a la joven Mara y empezó a girar y girar y girar con ella a una velocidad en la que se perdía de vista la realidad envolvente.
- Mara, estás aquí para recibir el mensaje. Debo acompañarte a cruzar el Puente Sagrado, recoger el anillo y devolverte a la cabaña del lago. Pero para eso debes entrar dentro de mí, nadie puede saber que somos muchas. ¿Lo has entendido?
- ¿Y cómo lo hago?
- Ahora pararé, tú cerrarás los ojos y te dejarás llevar.
Mara quedó quieta y de pie. Su cabeza daba vueltas, pero el hormigueo de su cerebro se parecía más a una caricia que a un hervor de hormigas. Cerró los ojos y escuchó un canto antiguo que nacía de su propio ombligo y subía hasta sus cuerdas vocales. El canto la empujó a caminar hacia delante. Cuando estuvo frente a la mujer, se fundió con ella desapareciendo en sus entrañas. La guardiana del Puente Sagrado regresó por la apertura de la grieta al lugar de donde había venido.

La maestra zarandeó de nuevo a la joven Mara.
- ¡Mara, Mara! ¡Ahora tienes que volver! ¡No puedes quedarte ahí!
Mara abrió los ojos muy despacio, como si los tuviera pegados por los párpados y lo primero que vio fue el pelo canoso y recogido de su maestra.
- ¡Maestra, qué alegría!
- El médico te desahució, joven Mara, pero yo le dije que se equivocaba, que esas fiebres eran de crecimiento. ¿Dónde has estado?
- Pues creciendo, maestra -contestó entre risas y toses la joven Mara.
- Con la de cosas que te están esperando, Mara, por Dios... Ha habido momentos en que he dudado, momentos en que pensé que no volverías, pero luego me iba al lago a rezar y, ¡Dios mío, qué alegría! Aquí estás, mi pequeña.
- Mira lo que he traído.
La joven Mara le mostró la mano izquierda a la maestra, donde lucía el anillo que le había sido entregado al cruzar el Puente Sagrado. La maestra sonrió. Lo había logrado.
- Maestra, no recuerdo nada, solo la grieta, la luz y esa mujer grande y hermosa que éramos una misma.
- Querida niña, todo lo que ocurre cuando se atraviesa el Puente Sagrado y se recibe la bendición, regresa al baúl del otro lado. Hay secretos que no pueden ser revelados hasta que una gran parte de la humanidad esté preparada para recibirlos y alcanzar un nuevo estadio. Para eso estamos aquí.
- ¿Quieres decir que lo que he aprendido no sé que lo sé pero lo tengo que entregar a lo largo de mi vida porque tiene que ver con mi misión?
- Más o menos.
- Vaya. Pero ha habido tantas Maras antes que yo que han decaído y no han sido capaces de superar los obstáculos...
- Todas han contribuido a tu llegada, querida. Un testigo se regala a otro testigo y así sucesivamente hasta el infinito que un día será finito y habrá paz. No importa el tramo recorrido, importa pasar el testigo.
- Gracias por entregarme tú el tuyo, maestra.
- Solo estoy cumpliendo con mi cometido.

Se cuenta que Mara fue bendecida con el don de la inocencia incólume, esa inocencia que pase lo que pase consigue mantener el corazón lleno de amor incondicional. Los que acudieron a sus actos, escucharon sus poemas, alabaron sus canciones o leyeron sus textos originales, cuentan que su aspecto era el de una mujer completamente natural, pero que sin embargo cuando tenías el privilegio de mirarla a los ojos, el corazón te susurraba cómo encontrar el camino de la paz interior.



Santa Coloma de Gramenet, lunes 25 de marzo de 2019

(*) Acuarela de Gertrudis Losada Alva

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