viernes, 9 de octubre de 2015

Parábola del equipo perfecto




Mara.- Maestra, ¿crees que algún día llegaré a ser poeta como vos?

Maestra.- Niña Mara, tú ya eres poeta. Cada cosa que haces posee la belleza de la poesía y el abrazo del consuelo.

Mara.- Ya, pero me refiero al arte de escribir versos, de componer poemas, que la gente escuche y lea y recuerde y resuenen en sus adentros. Como haces tú por los pueblos.

Maestra.- Claro que sí, pequeña Mara. El don siempre acude a aquel que lo pide.

Mara.- ¿Y crees que mi poesía logrará alcanzar la conciencia de las gentes? ¿Contribuir de algún modo a una paz sincera sin mezquindad?

Maestra.- Seguro, dulce Mara.

Mara.- A veces me veo atrapada en la frontera de la palabra y tengo muchas dudas. Dudo tanto, maestra.

Silencio. El agua de la orilla sigue mojando los pies de la Maestra y de la joven Mara.

Mara.- ¿Para qué sirve el arte, maestra?

Maestra.- Para mojar los pies y que puedan seguir caminando después de un buen refrigerio.

Mara sonríe.

Maestra.- El arte es el equipo perfecto: lo que somos y adónde nos dirigimos. Lo que fuimos y lo que, de un modo u otro, permanecerá cuando nos hayamos ido.

Mara.- Es triste, maestra.

Maestra.- Querida niña, no es triste, solo es efímero. Como todo lo que importa en esta vida. Como esa espuma que acaba de mojarnos otra vez los pies.


Foto Gertrudis Losada 2012

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