Bajaron
los ángeles
cayeron
demonios
por las
grietas de los cielos
los
niños ciegos
de los
inframundos
hicieron
holocaustos
en los
túneles de los subterráneos
los
asesinos y los proxenetas
ofrecieron
el perdón
a sus
víctimas.
Algunos
de los guardianes
de los umbrales
dejaron
abiertas
las
cancelas de los sueños.
El mundo
se abocó
a uno de
sus finales
y ni las
mujeres ni las putas
podían
hacer nada
por
convocar
el
regreso de la vida.
La
sombra del horror
llovió
sobre Dios.
Solo
Mara caminaba.
Mara la
no mujer.
Mara el
no hombre.
Mara el Ser.
Mara el NoSer.
Cada
paso que daba
se
hendía en la esperanza.
Sabía
que moría a cada lágrima.
Sabía
que en el silencio
de las
calles todo, todos
se
despedían y la mayoría
sufría.
El ser
humano decía adiós.
Convocó en los cuatro puntos
a las
puertas de Hyperion
rogó
con las uñas a Dios
y le
llamó Padre, Madre, Origen.
En la
noche
los truenos
y la luz
que asombra el mundo
con la
profecía del dolor
parió
el día artificial
y la
noche murió
en el
deseo de azul.
Los
universos se debatían
contra
sus propias persianas
de fe.
Mara
caminó y caminó.
Sobre el
asfalto, sobre la arena,
sobre el
agua, sobre el alquitrán,
sobre el
fuego, sobre las brasas,
sobre
las cenizas que firmaban
un
testamento finito.
Al
llegar al lago de la Esfinge
su
rostro no se reflejaba
en el
agua.
A
sabiendas de la ilusión
las
ondas del Espíritu
la
mecieron durante un tiempo
eterno.
El
tiempo que tardó Dios
en
llorarnos y llamarnos
con
profundo amor.
Al
despertar, Mara sintió
hambre y
sal y gusto amargo.
Un niño
sentado frente a ella
le
entregó unas semillas.
Se
cuenta que las semillas
eran de
Loto y mientras
olvidaba
dio en parto libre
el mundo
que conocemos hoy.
Cada vez
que cada uno
cada una de
nosotras
sueña
el final
un ángel
se levanta en algún lugar
del
mundo
y de la
mano de un demonio
recorre
el mismo camino
que hizo
Mara
hasta
bañarse en el lago
de la
Esfinge.
Así es
como el mundo sigue
y
volvemos a nacer
con un
destino renovado.
Se dice
que la nueva Mara
ya ha
nacido y camina.
El día
que la veas
sonríe
pues siempre hay alguien
una Mara
que está
dispuesta
a
caminar para nada
a
caminar para todo
a
caminar a caminar
a
caminar a caminar
labrando
esperanza
sembrando
fe.
(*) Foto de Gertrudis Losada.
BSO, Cantos tibetanos
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