- Maestra, tú que conociste a Mara, ¿por qué crees que siempre eligió los caminos más difíciles?
- Una vez también se lo pregunté. Estábamos sentadas al borde del Gran Lago, en las montañas sagradas del País del Noroeste. Amanecía. Habíamos pasado toda la noche practicando la vigilia consciente. Su rostro estaba iluminado y en paz.
La Maestra respiró
profundo, como si pudiera ver en ese mismo instante a Mara. El fuego
crepitó con más fuerza y saltó un trozo de madera entre las
cenizas.
- Te miraba y sabías que todo tenía una nueva oportunidad. En sus ojos no había fin. Ni principio. Solo el infinito.
La alumna sonrió y
miró fijamente a la maestra.
- Eso me pasa a mí contigo, maestra -dijo la alumna y bajó tímida la mirada.
- ¿Sabes? No era muy diferente de ti o de mí. Nació con el don de dar paz.
Un jarrón cayó de
la repisa de la chimenea rompiéndose en pedazos. La alumna se
sobresaltó. La maestra cogió un trozo de la loza rota y lo guardó
en su mano derecha.
- Como tú – dijo la maestra tendiéndole el trozo de loza a la alumna.
- Como tú – dijo la alumna aceptando el trozo de loza de la maestra.
La alumna miró el
trozo de loza y le pareció que tenía forma de medio corazón. Miró
el resto de pedazos esparcidos por el suelo en busca de la otra
mitad. De pronto, lo encontró. Juntó ambas partes y
se las entregó a su maestra que sonriente volvió a aceptar los
trozos de loza.
- Pero, maestra, no has respondido a mi pregunta.
- Ah, sí, ¿por qué Mara siempre elegía los caminos más difíciles? Es muy sencillo, querida niña, no sabía caminar de otro modo. Para ella lo difícil siempre fue fácil.Playa de la Mar Bella. 2 de agosto de 2016Mara Laura
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