- Maestra, pero si todo el mundo está contaminado, ¿cómo evitaré yo la contaminación?
- Confianza en tus pies, en tus manos y en tu corazón. El resto no forma parte de tu camino.
- Iré – dijo con firmeza la joven Mara mientras cogía una fruta del cesto y a continuación le daba un mordisco.
- No, no irás, querida, ya has llegado. Ya estás.
- Pensaba que el viaje no había comenzado y que tendría al menos unos días para meditar. Para prepararme.
- Ahora lo que necesitas, joven Mara, es descansar y disfrutar de este paisaje hermoso que nos acoge.
A través de la
ventana de la cabaña, las dos mujeres, veían resbalar las gotas de
lluvia sobre el cristal. La joven Mara acabó su fruta y poco a poco
fue cayendo en un sueño reparador. La maestra se levantó de la
mecedora y abrió la ventana. Una corriente de viento del Este inundó
la estancia y golpeó los objetos. Sobresaltada, la joven Mara, se
despertó.
- ¿Qué ocurre?
- Es el viento del Este, joven Mara, él te acompañará. Debes aprender a recibirlo y a escucharlo pues el viento es amo y señor de sí mismo. Quizás puedas influir en el discurso del fuego o del agua o de la tierra, pero jamás harás nada que el viento no quiera. Y ahora vuelve a dormirte - dijo la maestra cerrando la ventana.
Al cabo de unas
horas, un fuerte olor a sopa caliente inundaba la estancia. Mara y su
maestra se reunieron alrededor de dos platos humeantes y comieron en
silencio. A la mañana siguiente, había dejado de llover y las
montañas ofrecían sus laderas verdes y brillantes a los rebaños de
los pastores.
Cuentan los
biógrafos de Mara Truth que nunca supo quién era en verdad su
maestra y que lo más importante que le enseñó en aquellos días
fue a escuchar la verdad y a confiar en el rugir del viento. Tiempo
después, todos los vientos estarían con ella en los momentos
cruciales de la humanidad que todos conocéis.
Santa Coloma de Gnet, 15 de mayo de 2016
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